El Papa Francisco comienza su visita pastoral a Venecia en la prisión de mujeres de Giudecca, donde les dice a las reclusas que tenía muchas ganas de conocerlas para decirles que ocupan un lugar especial en su corazón.

El pontífice llegó a la ciudad de los canales en helicóptero desde el Vaticano a primera hora del domingo 28 de abril, realizando la primera parada de su visita pastoral a la institución penitenciaria donde saludó a más de 80 reclusas, así como al personal penitenciario, a la seguridad y a los voluntarios. Escuchó atentamente a todos ellos mientras le agradecían su visita y su preocupación por ellos.

Lugar especial en su corazón
En su discurso, el Santo Padre explicó cómo hizo de esta visita con ellos el primer acontecimiento de su visita a Venecia, deseando asegurarles que ocupan un "lugar especial" en su corazón.

De la misma manera subrayó que no se trata tanto de una "visita oficial" sino de un encuentro especial donde "gracias a Dios podemos darnos tiempo, oración, cercanía y afecto fraterno", permitiendo un precioso enriquecimiento mutuo.

Agregó que Dios nos conoce a cada uno de nosotros y que aquí hoy cada uno tenemos algo único para dar y recibir, algo que nos beneficia a todos. "Cada uno de nosotros tiene su singularidad, tenemos un don y este es ofrecerlo, compartirlo".

El Señor nos reúne
El Papa dijo que es el Señor quien nos une, y si bien los caminos por los que venimos varían, "algunos son muy dolorosos", también por errores que han dejado heridas y cicatrices que cada uno lleva dentro.

Reconoció la "dura realidad" de las prisiones debido también al hacinamiento, la falta de instalaciones y recursos, y los incidentes de violencia que se suman a la dolorosa realidad. 

Al mismo tiempo, señaló que la prisión también puede ofrecer un momento de renacimiento moral y material en el que la dignidad de mujeres y hombres no quede aislada, sino "promovida mediante el respeto mutuo y el fomento de los talentos y capacidades" que existen en cada persona, aunque tal vez "latente" o "aislada" por los desafíos de la vida, pero que "puede resurgir para el bien de todos" con la debida atención y fe. Añadió que "nadie puede quitarle la dignidad a una persona, ¡nadie!".

Nuevos comienzos
A pesar de todo, el tiempo en prisión puede permitir nuevos comienzos a través del "redescubrimiento de la belleza no descubierta en nosotros y en los demás", dijo el Papa, "como lo simboliza el evento artístico que organizas y el proyecto al que contribuyes activamente". 

La prisión puede convertirse en el lugar de trabajo para reconstruir vidas, continuó el Obispo de Roma, pensando en la propia vida y, con valentía, eliminando lo que no es necesario, lo que es nocivo o peligroso. Planificando se puede empezar de nuevo, crear una nueva base y, a la luz de la experiencia, reconstruir ladrillo a ladrillo con determinación, afirmó.

Francisco destacó la importancia de que los sistemas penitenciarios ofrezcan posibilidades "de crecimiento humano, espiritual, cultural y profesional" que favorezcan una "sana reintegración" en la sociedad, ofreciendo "nuevas posibilidades" que beneficien a todos.

Todos tenemos errores que necesitan ser perdonados y heridas que sanar, señaló, y al hacerlo, los perdonados pueden traer el perdón, los renacidos pueden traer el renacimiento y los sanados pueden ser sanadores.

Confianza y esperanza en el futuro
Para concluir, el pontífice animó a todos a renovar su confianza en el futuro y "mirar siempre al horizonte, mirar siempre al futuro, con esperanza".

“Me gusta pensar en la esperanza como un ancla, ya sabes, que está anclada en el futuro, y sostenemos la cuerda en nuestras manos y avanzamos con la cuerda anclada en el futuro”.

Al agradecer a los presentes antes de partir, el Papa entregó a los internos un icono de la Santísima Madre y el Niño, explicando cómo en él se puede ver la ternura de una madre, "y esta ternura que María tiene con todos nosotros, con todos nosotros, es la Madre de la ternura."

A continuación, grupos de reclusos se acercaron a saludar al Papa, ofreciéndole palabras de agradecimiento por su visita y esperanzas de un futuro mejor para ellos y para nuestro mundo. Le dieron al Papa los frutos de sus esfuerzos trabajando en las cooperativas administradas por las cárceles, produciendo una variedad de productos que van desde jabones, ropa y flores.