Asimismo, ha subrayado que el auténtico destino del corazón no consiste “en la posesión de los bienes de este mundo”, sino en “alcanzar lo que puede colmarlo plenamente, es decir, el amor de Dios, o, mejor dicho, Dios Amor”. Y este tesoro solo se encuentra “amando al prójimo que se encuentra en el camino”, es decir, “hermanos y hermanas de carne y hueso, cuya presencia interpela e interroga a nuestro corazón, llamándolo a abrirse y a donarse”. El Pontífice ha asegurado que el prójimo te pide “ralentizar, mirarlo a los ojos, a veces cambiar de planes, tal vez incluso cambiar de dirección”.
Con los fieles presentes en la plaza de San Pedro, el Santo Padre ha reflexionado sobre la Pascua como destino del corazón inquieto. De este modo, León XIV ha observado que hoy en día se exige en todas partes “rapidez para obtener resultados óptimos en los ámbitos más diversos” y se ha preguntado si, cuando participemos en la victoria de Jesús sobre la muerte, descansaremos. “La fe nos dice que sí, que descansaremos. No estaremos inactivos, sino que entraremos en el descanso de Dios, que es paz y alegría”, ha explicado.
Estamos absortos – ha asegurado - en muchas actividades que no siempre nos satisfacen. “Muchas de nuestras acciones tienen que ver con cosas prácticas, concretas”, ha añadido el Santo Padre. Por eso, León XIV ha recordado que también Jesús “se involucró con las personas y con la vida, sin escatimar esfuerzos, sino entregándose hasta el final”.
Sin embargo, tal y como ha señalado, sucede que a menudo percibimos que “el hecho de hacer demasiado”, “en lugar de darnos plenitud, se convierte en un vórtice que nos aturde, nos quita la serenidad, nos impide vivir mejor lo que es realmente importante para nuestra vida”. Y sintiéndonos cansados e insatisfechos, “el tiempo parece dispersarse en mil cosas prácticas que, sin embargo, no resuelven el significado último de nuestra existencia”, ha advertido.
Al respecto ha lamentado que a veces, al final de días llenos de actividades, “se sienten vacíos” porque “nosotros no somos máquinas, tenemos un ‘corazón’”, es más, podemos decir que “somos un corazón”. El corazón – ha afirmado León XIV – es el símbolo de toda nuestra humanidad, la síntesis de pensamientos, sentimientos y deseos, el centro invisible de nuestras personas.
El Obispo de Roma ha querido subrayar la importancia de reflexionar sobre estos aspectos porque “en los numerosos compromisos que afrontamos continuamente”, aflora cada vez más “el riesgo de la dispersión, a veces de la desesperación, de la falta de sentido, incluso en personas aparentemente exitosas”. En cambio, leer la vida bajo el signo de la Pascua, “significa encontrar el acceso a la esencia de la persona humana, a nuestro corazón: cor inquietum”.
Con este adjetivo “inquieto”, san Agustín nos hace comprender “el impulso del ser humano que tiende a su plena realización”, ha aseverado el Papa.
La inquietud – ha proseguido León XIV - es la señal de que nuestro corazón no se mueve al azar, de forma desordenada, sin un fin o una meta, sino que está orientado hacia su destino último, el de “volver a casa”.
Finalmente, el Papa ha aseverado que “el secreto del movimiento del corazón humano” es “volver a la fuente de su ser, disfrutar del gozo que no termina, que no decepciona”. El corazón humano – ha precisado - no puede vivir sin esperar, sin saber que está hecho para la plenitud, no para el vacío.
De este modo, ha afirmado que Jesucristo “ha dado un fundamento sólido a esta esperanza”. Por esta razón, el corazón inquieto “no se sentirá defraudado si entra en el dinamismo del amor para el que ha sido creado”. Para concluir, el Pontífice ha subrayado que “el destino es seguro, la vida venció y en Cristo seguirá venciendo en cada muerte de lo cotidiano”.