Durante la audiencia privada con miembros de la Organización de Universidades Católicas de América Latina y El Caribe, presentes en Roma con motivo del Jubileo del Mundo Educativo, el Pontífice recordó que, entre sus fines, está “el progreso de la educación superior católica y el servir a la sociedad, creando espacios de encuentro entre fe y cultura, para anunciar el Evangelio en el ámbito universitario”.
Su peregrinación, expresa “la misión misma por la que la universidad nació en el seno de la Iglesia católica: ser un ‘centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad’ en el que ‘el esfuerzo conjunto de la inteligencia y de la fe permita a los hombres alcanzar la medida plena de su humanidad’”, como dejó escrito San Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Ex Corde Eclesiae.
Así, León XIV consideró que la universidad católica, en la actualidad, “como afirmó el Papa Francisco, sigue siendo uno de los mejores instrumentos que la Iglesia ofrece a nuestra época, y es expresión de aquel amor que anima cada acción de la Iglesia, es decir, el amor de Dios por la persona humana”.
El Pontífice recordó por otro lado que el origen de la universidad en Hispanoamérica no se puede entender sin afirmar que “la Iglesia ha sido motor en la educación”” ya que las primeras universidades en América “nacieron de la iniciativa de obispos, religiosos y misioneros” que estaban convencidos de que el anuncio de Jesucristo “es parte integrante del mensaje salvífico cristiano”.
Además, León XIV instó a las universidades a encarnar “la identidad católica que debe distinguirlas”, movidas por la convicción de que están llamadas a ser “itinerarios de la mente hacia Dios”.
“La propuesta de la educación superior católica no es otra que buscar el desarrollo integral de la persona humana, formando inteligencias con sentido crítico, corazones creyentes y ciudadanos comprometidos con el bien común. Y todo esto, con excelencia, competencia y profesionalidad”, añadió.
Animándolos a superar las dificultades “con creatividad, y sabiendo que la gracia los sostiene”, el Papa León XIV concluyó su alocución encomendando a los presentes a María Trono de Sabiduría “para que, como ella, siempre sean dóciles a la acción de Aquél que es la Sabiduría misma, Jesucristo nuestro Señor”.