La realidad de "tantos países y pueblos" es que "tienen hambre y sed de justicia", porque sus condiciones de vida son tan injustas e inhumanas que resultan inaceptables". "Al panorama internacional actual, por tanto, deberían aplicarse" las "sentencias permanentemente válidas" de san Agustín, a saber, cómo "el Estado, en el que no hay justicia, no es Estado". Es un fuerte llamamiento a ejercer la justicia al servicio de los más débiles, poniendo en el centro la dignidad y los derechos de las personas, en un mundo en el que demasiados sufren discriminaciones y desigualdades, el que León XIV dirige a los operadores de justicia con ocasión del jubileo dedicado a ellos, hoy, 20 de septiembre.

El acto comienza con un breve saludo del arzobispo Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, y el Papa es saludado por una gran multitud en la Plaza de San Pedro, formada por magistrados, abogados, representantes de asociaciones y universidades y muchos otros procedentes de todo el mundo que trabajan en el "vasto campo de la justicia".

A continuación, el Pontífice dirigió su discurso a todos los presentes y deseó que las "desafiantes" palabras del santo inspirador de la familia religiosa a la que pertenece, escritas en la obra De civitate Dei, puedan ser una guía para crear sociedades más equitativas: "Sin justicia no se puede administrar el Estado; es imposible tener derecho en un Estado donde no hay verdadera justicia" y "la justicia es, en efecto, la virtud que distribuye a cada uno lo suyo. Por tanto, no es la justicia del hombre la que aleja al hombre del verdadero Dios".

“La justicia, en efecto, está llamada a desempeñar una función superior en la convivencia humana, que no puede reducirse a la mera aplicación de la ley o a la labor de los jueces, ni limitarse a aspectos procesales”.

La justicia, instrumento fundamental para el bien común

El Pontífice subraya que la justicia es "indispensable tanto para el desarrollo ordenado de la sociedad como virtud cardinal que inspira y orienta la conciencia de todo hombre". Aclara que "el profundo deseo de lo justo", presente en el corazón de cada persona, "es el instrumento cardinal para construir el bien común en toda sociedad humana". La justicia, prosigue, es ante todo una virtud, es decir, "una actitud firme y estable" que ordena la conducta "según la razón y la fe".

“La justicia dispone a respetar los derechos de cada persona y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad hacia las personas y el bien común, un objetivo que garantiza un orden que protege a los débiles, a los que buscan justicia porque son víctimas de la opresión, excluidos o ignorados”.

"En la justicia, en efecto, se conjugan la dignidad de la persona, su relación con el otro y la dimensión de la comunidad hecha de convivencia, estructuras y reglas comunes", por tanto "una circularidad de la relación social que pone en el centro el valor de cada ser humano", dice León XIV. La justicia debe garantizar este equilibrio "frente a las diversas formas de conflicto que pueden surgir en la acción individual, o en la pérdida del sentido común que también puede implicar a aparatos y estructuras".

Ponerse al servicio de los individuos y del Estado

El Papa León XIV continúa explicando que "a través de los valores que están en la base de la vida social, la justicia asume su papel central en la convivencia de las personas y de las comunidades humanas" y reconoce que lo que urge hoy a quienes trabajan en este campo "es precisamente la búsqueda o recuperación de los valores olvidados en la convivencia, su cuidado y respeto".

El Pontífice afirma que se trata de "un proceso útil y necesario" frente a "comportamientos y estrategias que desprecian la vida humana desde su primera manifestación, que niegan derechos básicos para la existencia personal y no respetan la conciencia de la que brotan las libertades". 

De hecho, insiste en que para hacer justicia hay que "pensar siempre a la luz de la verdad y de la sabiduría", "interpretar la ley profundizando" y "captar el sentido íntimo de la verdad". "Luchar por la justicia, por tanto, exige ser capaces de amarla como una realidad que sólo se puede alcanzar si se conjugan una atención constante, un desinterés radical y un discernimiento asiduo", continúa el Papa.

“Cuando se ejerce la justicia, en efecto, uno se pone al servicio de las personas, del pueblo y del Estado, en una dedicación plena y constante. La grandeza de la justicia no disminuye cuando se ejerce en las cosas pequeñas, sino que emerge siempre que se aplica con fidelidad a la ley y respeto a la persona allí donde se encuentre".

La verdadera igualdad para combatir la discriminación  

Para que esta justicia se concrete, subraya León XIV, debe tender "hacia los demás", de modo que "se dé a cada uno lo que le es debido, hasta conseguir la igualdad en dignidad y oportunidades entre los seres humanos". El Papa reconoce que "la igualdad efectiva no es la igualdad formal ante la ley", ya que "aunque es una condición indispensable para el correcto ejercicio de la justicia, no elimina el hecho de que se produzcan crecientes discriminaciones que tienen como primer efecto precisamente la falta de acceso a la justicia".

Y aboga, en cambio, por la promoción de sociedades en las que se pueda realzar la dignidad de cada individuo: “La verdadera igualdad, en cambio, es la posibilidad que se da a todos de realizar sus aspiraciones y de ver garantizados los derechos inherentes a su dignidad por un sistema de valores comunes y compartidos, capaz de inspirar normas y leyes en las que basar el funcionamiento de las instituciones”.

La importancia de reparar el mal

A continuación, el Pontífice invita a mirar hacia la "justicia evangélica" porque "no distrae de la justicia humana, sino que la cuestiona y la rediseña: la provoca a ir siempre más allá, porque la empuja hacia la búsqueda de la reconciliación".

Citando diversos episodios del Evangelio, como el de la "viuda que induce al juez a redescubrir el sentido de la justicia", el del obrero pagado en la última hora o la parábola del hijo pródigo, León XIV destaca "la fuerza del perdón que es propia del mandamiento del amor" y emerge "como elemento constitutivo de una justicia capaz de conjugar lo sobrenatural con lo humano".

“El mal, en efecto, no sólo debe ser sancionado, sino reparado, y para ello es necesaria una mirada profunda hacia el bien de las personas y el bien común. Se trata de una tarea ardua, pero no imposible para quien, consciente de prestar un servicio más exigente que los demás, se compromete con una conducta irreprochable”.

Buscar una mayor justicia

Retomando la bienaventuranza "bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados", tomada del Evangelio de Mateo, el Papa explica que Jesús quiso "expresar la tensión espiritual a la que es necesario estar abierto, no sólo para obtener la verdadera justicia, sino sobre todo para buscarla por parte de quienes deben realizarla en las diversas situaciones históricas".

“Tener ‘hambre y sed’ de justicia es ser conscientes de que ésta exige el esfuerzo personal de interpretar la ley en la medida más humana posible, pero sobre todo pide aspirar a una ‘saciedad’ que sólo puede colmarse en una justicia mayor, que trascienda las situaciones particulares”.