España ha sufrido en las últimas horas el que es considerado como el mayor desastre natural en su historia contemporánea, que ha azotado de manera prioritaria los territorios de la Archidiócesis de Valencia y las Diócesis de Cuenca y Albacete.

La riada de 1996 en la localidad pirenaica de Biescas, con 89 fallecidos, y la crecida del río Turia de 1957, en la que se calculan entre 80 y 100 pérdidas humanas, están por debajo de la cifra mortal confirmada hasta el momento.

El Arzobispo de Valencia, Mons. Enrique Benavent, celebró en la mañana de este miércoles (hora local) una Eucaristía en la Basílica de la Virgen de los Desamparados. Durante la homilía, el prelado señaló que “los más afectados son los que más cerca debemos de tener en el corazón, como los que más sufren son los que más cerca están en el corazón de una madre”.

Por ello, Mons. Benavent invitó “a todos a orar ante la Santísima Virgen María, en primer lugar, por los que han perdido la vida en esta gran tragedia” y pidió tener presentes a sus familias y a cuantos se han visto afectados.

Centenares de personas se han visto obligadas a dormir a la intemperie al verse sorprendidas por las grandes avenidas de agua cuando se desplazaban en sus vehículos particulares en la tarde de ayer. Muchas otras, han visto inundadas su casas y arrastrados sus vehículos en mitad de una fuerte tormenta que en ocasiones tomó carácter huracanado.

El Arzobispado de Valencia, que había puesto a disposición de los ciudadanos sus instalaciones y medios a disposición de los ciudadanos en la tarde del martes, tampoco ha podido desplegar toda la solidaridad deseada.

“Las parroquias también se han visto afectadas, pero que en la medida de nuestras posibilidades hemos de tener presentes a todos los que sufren, que sientan el nosotros una mano amiga, una mano de hermano, que sabe compadecerse de ellos y que sabe estar atentos a sus necesidades”, explicó Mons. Benavent.

Respecto de quienes se han quedado momentáneamente sin un techo en el que cobijarse, el arzobispo expresó su deseo de “que encuentren en la Iglesia, en los cristianos, una mano de hermanos y una mano de amigos. Así manifestaremos también que somos hijos de la Virgen de los Desamparados”.