El párroco de la única iglesia católica de Gaza, que desde hace un año se ha convertido en un refugio para 500 personas, el sacerdote argentino Gabriel Romanelli IVE, consideró a este 7 de octubre como "una fecha muy triste", que significó el feroz ataque de Hamás sobre Israel y la durísima represalia israelí al asalto terrorista. Desde entonces, Gaza resultó arrasada y cientos de miles de personas murieron, y se vive desde entonces una situación humanitaria terrible.

Con motivo de este aniversario, el sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado (IVE) compartió una reflexión en forma de carta que describe la "triste realidad de Gaza".

Carta del P. Romanelli
Una hora más de guerra aumentará el número de niños muertos por las bombas, de casas destruidas, de jóvenes amputados, de ancianos y enfermos con más necesidad. Y llega el invierno con sus lluvias, frío y más enfermedades. El número de personas encarceladas es enorme. Los rehenes secuestrados siguen sufriendo la injusticia del encierro, la soledad y la muerte. Y las bombas siguen cayendo, noche y día. Cada día, decenas de nuevos muertos y heridos. Así es la triste realidad de Gaza. 

La mayoría de la población es pobre, incluso la que no lo era antes del aciago 7 de octubre. El sistema de agua potable es deficiente y, en gran parte, contaminado. Sin electricidad desde el comienzo de la guerra. Llega algo de comida. Falta combustible para los generadores. A la población en general le falta de todo. Todo. Hablamos de más de dos millones de personas. No tienen nada. Ni siquiera la seguridad de que no serán bombardeados. "Quien tenga oídos, que oiga" (Mt 13, 9). 

Todo ha cambiado en Gaza en tan solo un año. El cansancio general, las necesidades básicas más acuciantes, las heridas de los heridos y, sobre todo, el hecho de que nadie sabe qué pasará, cuánto durará esta guerra y qué pasará después, hace que haya mucha gente deprimida y con pocas fuerzas para vivir el día a día. "Llorad con los que lloran" (Rm 12, 15). 

Nosotros seguimos ayudando, gracias a Dios y a sus generosos instrumentos; en primer lugar, el Patriarcado latino y otros amigos y benefactores. Tenemos unas 500 personas aquí: la mayoría de los cristianos de Gaza están refugiados en nuestra propiedad y más de 50 niños, musulmanes, con discapacidades, viven aquí con nosotros, en el hogar de las hermanas de la Madre Teresa. Atendemos a casi 40 ancianos cristianos que viven con nosotros. Y ayudamos a todos los cristianos sin ninguna distinción: ortodoxos, protestantes y católicos. Además, ayudamos a más de 4.000 familias de nuestro barrio, civiles musulmanes, con comida, agua y medicinas.

La Iglesia, con la ayuda de Dios y de los hombres y mujeres de buena voluntad, seguirá estando presente en Gaza, incluso después de esta guerra atroz. Habrá que ver qué hay que hacer en concreto para seguir dando testimonio del Amor de Cristo en esta parte de Tierra Santa. "Querido, no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra el bien es de Dios; el que obra el mal no ha visto a Dios" (3 Jn 1, 11). 

La paz requiere muchas causas y condiciones que se resumen en la justicia. La ausencia de agresiones externas no indica necesariamente que haya paz; pero, por otra parte, la verdadera paz excluye la agresión. El alto el fuego es necesario y ayudará a crear las condiciones para la justicia. Ciertamente no es suficiente, pero es extremadamente necesario. 

¿Hay esperanza? Ciertamente que, en nuestro corazón de amadores de Cristo existe la esperanza sobrenatural, aquella que el mismo Dios puso ahí desde el día bendito de nuestro santo Bautismo. Y, también, en cuanto a la intervención de Dios en la historia, esperamos como toda la población, que Él haga justicia ante tanto sufrimiento, sobre todo ante el sufrimiento de los inocentes, de los niños y de toda persona que ha sufrido y sufre sin tener parte ni arte en todo este asunto, sea nacido, criado o viva en Palestina o en Israel. La esperanza en los seres humanos puede llegar a ser, y muchas veces lo es, muy falible.  

¿Existe para Gaza una esperanza humana? ¿Un porvenir mejor? A corto plazo, sinceramente es difícil responder afirmativamente, aunque todo puede suceder. A largo plazo, creo que sí. Creo que la mayor parte de la sociedad humana presente en Tierra Santa se rendirá un día ante la evidencia de que podemos, y debemos, vivir juntos en esta parte del globo terráqueo. No será fácil la solución. Pero tampoco es imposible. "La esperanza no defrauda" (Rm 5, 5). 

Como religioso, me toca rezar y hacer rezar, ayudar a todos sin distinción, sembrando el amor de Dios, respetando a cada ser humano que sufre, sea de la religión que sea y esté en la condición que esté. Debo predicar con el ejemplo y, si puedo, con las palabras, que el amor de Cristo, quien pasó junto a la Virgen Santísima y san José por Gaza cuando huyeron hacia Egipto, es lo que vence al mundo. Vence sin armas mundanas, ni principios mundanos. Vence con la fe, la caridad, la esperanza, la longanimidad, la paciencia, la generosidad, la justicia, la compasión y misericordia, el amor sufriente, la cortesía, la magnanimidad y, si Dios lo pide, la magnificencia.  

Sí, hay Esperanza en Dios y sí, hay esperanza en los buenos seres humanos. Y esperamos que ha de venir con el tiempo una generación que de las lanzas hagan podaderas (Isaías 2, 4)".