Monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo, aseguró que hay momentos en la vida en los que cada uno necesita gestos grandes de cercanía y amor que le sostenga el ánimo y lo preparen para las situaciones difíciles que puedan venir. 

“Cuando un hijo va a rendir un examen importante la mamá se esmera en el desayuno, cuando alguien se tiene que ausentar por largo tiempo por trabajo se le hacen agasajos no comunes, antes de una cirugía complicada”, graficó en su carta semanal.

“Jesús sabe que a los discípulos les va a costar mucho aceptar la Pasión. No les resultará sencillo verlo sufrir, ser humillado, flagelado, despreciado y crucificado. Quiere sostenerlos de manera especial a los tres más cercanos, Pedro, Santiago y Juan. Y —por qué no— también a vos y a mí”, aseguró.

Ante las dificultades y sufrimientos de las luchas que la mayoría tiene en este tiempo de Cuaresma, el arzobispo sanjuanino animó a “mirar hacia adelante, a la Pascua de Cristo y a nuestra propia Pascua” y recordó: “Nuestra vocación es la luz, la alegría, la felicidad”.

“En esta vida nos toca muchas veces andar en la oscuridad, experimentar la lucha, enfrentar dificultades y la prueba del sufrimiento. Pero esto no es lo definitivo. La luz es nuestra meta. La cuaresma nos adentra en el combate con la tentación, pero la mirada está en la Pascua. Atesoremos las experiencias de luz y consuelo, y seamos también fortalecidos”, sugirió.

 

 

 

“La lucha viene de adentro de cada uno de nosotros. Por eso debemos asumir el camino de la conversión. Además, la lucha también viene del mundo y sus criterios de egoísmo, vanidad y sensualidad. Es necesario crecer en paciencia y aguante”, sostuvo.

Monseñor Lozano afirmó que “Dios fortalece y reanima” y citó el mensaje el párrafo del mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma en el que expresa: “El testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza. Es un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios”. 

“El desaliento nos paraliza y adormece”, advirtió el arzobispo y diferenció: “En cambio, la Cuaresma nos abre a otra mirada”, para citar nuevamente al pontífice: “Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud”.