El Pontífice recordó a los 14 diáconos que serán ordenados, que una de las preguntas que les harán al momento de la ordenación sacerdotal es si “quieren ejercer el ministerio sacerdotal durante toda su vida en el grado de presbíteros, como fieles cooperadores del orden de los obispos al servicio del pueblo de Dios, bajo la guía del Espíritu Santo”.

En esta pregunta, Francisco vio tres elementos esenciales en el ministerio: ser fieles cooperadores, después estar al servicio del pueblo de Dios y, por último, estar bajo la guía del Espíritu Santo.

La vida pastoral, les dijo, no es un manual, sino una ofrenda diaria; no es un trabajo preparado en un escritorio, sino "una aventura eucarística".

Fieles cooperadores

Coristas no solistas, dijo el Papa, “hermanos en el presbiterio y sacerdotes para todos, no para su propio grupo; ministros siempre en formación perpetua, sin pensar nunca en ser autónomos y autosuficientes”.

Por tanto, es importante, seguir formándose, siempre en contacto con quienes, llamados a acompañarlos, dijo, han recorrido más camino en el ministerio; y hacerlo con “apertura de corazón, para no ceder a la tentación de gestionar la vida por cuenta propia, convirtiéndose así en presa fácil de las más variadas tentaciones.

La Iglesia pide cooperadores, no líderes, cooperadores: los que 'trabajan con'. “Este "con" es esencial, porque la Iglesia, como nos recuerda el Concilio, es ante todo un misterio de comunión. Y el presbítero es testigo de esta comunión, que implica fraternidad, fidelidad y docilidad. Coristas, en definitiva, no solistas”.

Servir al pueblo de Dios

El Santo Padre afirmó que el diaconado no desaparece con el presbiterado; al contrario, es el fundamento sobre el que se construye.

“Serán sacerdotes para servir, conformes a Jesús, que "no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida" (cf. Mc 10, 45).Yo diría, pues, que hay un fundamento interior del sacerdocio que hay que conservar, que podríamos llamar "conciencia diaconal": así como la conciencia subyace a las decisiones, así el espíritu de servicio subyace al ser sacerdote”.

El Papa les aconsejó que cada mañana recen “pidiendo saber servir: "Señor, ayúdame hoy a servir"; y cada noche, dando gracias y haciendo examen de conciencia, decir: "Señor, perdóname cuando he pensado más en mí que en servir a los demás". Pero servir, queridos amigos, es un verbo que rechaza toda abstracción”.

Servir significa estar disponible, agregó, renunciar a vivir según la propia agenda, estar dispuesto a las sorpresas de Dios que se manifiestan a través de las personas, de los imprevistos, de los cambios de planes, de las situaciones que no encajan en nuestros esquemas y del "acierto" de lo que uno ha estudiado.

Servir afirmó Francisco, “es repetir con la vida, en primera persona: "Este es mi cuerpo, entregado por ti". Es una actitud constante de acogida, compasión, ternura, un estilo que habla con hechos más que con palabras, expresando el lenguaje de la cercanía. No es amar a las personas por segundas intenciones, ni siquiera a las mejores, sino reconocer en ellas los dones únicos y maravillosos que el Señor nos ha dado para servirlas, con alegría, con humildad”.

Servir, afirmó más adelante, es  la alegría de acompañar  llevando de la mano, con paciencia y discernimiento. “Y es bajo esta luz que, con la gracia de Dios, superamos el peligro de rumiar en nuestro interior un poco de amargura e insatisfacción por las cosas que no salen como quisiéramos, cuando las personas no responden a nuestras expectativas y no se ajustan a nuestras expectativas”.

Cooperar-servir: bajo la guía del Espíritu Santo

“Al Espíritu, que descenderá sobre ti, es importante darle siempre la primacía. Si esto sucede, vuestra vida, como la de los Apóstoles, estará orientada al Señor y por el Señor, y serán verdaderamente "hombres de Dios"”.

 De lo contrario, advirtió Francisco, si confían en sus propias fuerzas, correrán el riesgo de encontrarse con el puño en la mano.

“Vivir bajo la guía del Espíritu significa pasar de la unción de la ordenación a una "unción cotidiana". Y Jesús derrama sobre nosotros la unción del Espíritu cuando estamos en su presencia, cuando le adoramos, cuando intimamos con su Palabra. Estar con Él, permanecer con Él (cf. Jn 15), pues, nos capacita también para interceder ante Él por el Pueblo Santo de Dios, por la humanidad, por las personas que encontramos cada día”.