Asombro y fidelidad en las cosas simples. Durante el rezo del Ángelus, el Papa Francisco destaca dos actitudes de la Virgen María que le permitieron tener un corazón totalmente libre de pecado. En primer lugar, la sorpresa y el asombro al sentirse llamada "llena de gracia":

Esta es una actitud importante: saber asombrarse ante los dones del Señor, no darlos nunca por supuestos, apreciar su valor, alegrarse de la confianza y la ternura que traen consigo. Y también es importante testimoniar este asombro delante de los demás, hablando con humildad de los dones de Dios, del bien recibido, y no solo de los problemas cotidianos. Podemos preguntarnos: ¿sé asombrarme ante las obras de Dios? ¿Experimento maravilla alguna vez y la comparto con alguien?

Sencillez

María, subraya el Obispo de Roma, es una "muchacha sencilla" que "gracias a su sencillez conservó puro aquel Corazón Inmaculado con el que, por gracia de Dios, fue concebida": “Para acoger los grandes dones de Dios, es fundamental atesorar los más cotidianos y menos llamativos.”

Entrenarse para decir "sí" a Dios

A través de la sencillez, de hecho, la Virgen, prosigue el Pontífice, cultivó el inmenso don de su Inmaculada Concepción con la que acogió las oportunidades cotidianas de crecimiento comunes en su tiempo: la Palabra de Dios, la fe en la que había sido educada por sus padres, la generosidad y prontitud con la que se comportaba. "A través de la fidelidad diaria al bien, la Virgen permitió que creciera en ella el don de Dios; de este modo, se ejercitó para responder al Señor, para decirle ‘sí’ con toda su vida": Entonces, preguntémonos: ¿creo que lo importante, tanto en las situaciones cotidianas como en el camino espiritual, es la fidelidad a Dios? Y, si lo creo, ¿encuentro tiempo para leer el Evangelio, para rezar, para participar en la Eucaristía y recibir el Perdón sacramental, para hacer algún gesto concreto de servicio gratuito? Son esas pequeñas opciones decisivas para acoger la presencia del Señor.