El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, reflexionó sobre la parábola de los talentos y recordó que este domingo se celebra la séptima Jornada Mundial de los Pobres, cuyo lema para este año es “No apartes tu rostro del pobre”.
“El Evangelio de este domingo nos trae la parábola de los talentos; uno recibe cinco, otro dos y otro uno; y, el dueño se los da para hacerlo fructificar a los servidores, ´Hemos recibido talentos´, una moneda muy cara en tiempos de Jesús”, afirmó.
“Se refiere a los dones de la vida, a los dones que nosotros hemos recibido, tal vez nuestra familia, nuestro estudio, nuestro trabajo; tantos regalos que el Señor nos ha hecho a muchos de nosotros a lo largo de nuestra vida y el talento se nos da para hacerlo fecundar, pero aquel que había recibido un solo talento tiene una idea equivocada de Dios, dice: ´Señor yo sé que eres un hombre duro y exigente por eso tuve miedo y enterré el talento´. Dios no es así, Dios no es un patrón duro e implacable; Dios no es aquel a quien tenemos que tenerle miedo porque nos fue mal en algo”, explicó.
El obispo de San Isidro señaló que “como dice la escritura, como definición que repite la Biblia continuamente: ´Dios es Clemente y misericordioso, lento para la cólera y de gran misericordia´”.
“Esta es una definición de Dios actuando frente a nosotros, no es una definición de Dios en sí mismo, sino es una definición del Dios que actúa, de Dios que se inclina ante la pobreza del hombre”, precisó.
“Tenemos al mismo tiempo la Jornada Mundial de los Pobres que convoca el Santo Padre. Es una invitación a celebrar la igualdad en dignidad que tenemos todos nuestros hermanos; hemos recibido mucho, otros han recibido menos y eso a veces nos cuestiona; es bueno que nos cuestione porque tenemos que hacer grande la mesa para incluir a todos y esta es la invitación a la Jornada del Pobre, que nadie falte a la mesa”, sostuvo.
Monseñor Ojea contó la anécdota de “un niño que había escrito detrás de una fotografía que se le había sacado en la calle, un niño de la calle, decía: ´Existo pero no me ven, me ven como una molestia, me ven como una curiosidad, me ven como algo raro y especial, pero no existo, no me ven´”.
“Esto de hacer al pobre invisible, de no darle lugar, esto de pasar de largo como del buen samaritano no es propio de aquel que ha recibido talentos para hacerlo fructificar”, aseveró.
“Que el Señor haga que podamos hacer fructificar nuestros talentos según aquello que el Señor nos dio y no le tengamos miedo porque es clemente y misericordioso, lento para enojarse y de gran misericordia”, concluyó.