“Dios propone, no impone, nunca”. Esta afirmación del Papa, ante los miles de fieles y peregrinos reunidos este domingo en la Plaza de San Pedro para el rezo mariano del Ángelus, nace de su reflexión sobre el Evangelio de hoy que habla de un rey que prepara un banquete de bodas para su hijo (Mt 22,1-14). Francisco indica que este rey prepara un banquete, ofreciendo gratuitamente una ocasión para encontrarse, para celebrar.

Esto es lo que Dios prepara para nosotros: un banquete, para estar en comunión con Él y entre nosotros. Y nosotros, todos nosotros, somos por tanto los invitados de Dios. 

El Santo Padre puntualiza además que se trata de un hombre poderoso y un padre generoso que, queriendo compartir su inmensa alegría, no obliga a nadie, sino que invita a todos exponiéndose a ser rechazado. Pero un banquete de bodas requiere de nuestra parte tiempo e involucrarse: requiere un "sí". 

Este es el tipo de relación que nos ofrece el Padre: nos llama a estar con Él, dejándonos la posibilidad de aceptar o no la invitación. No nos ofrece una relación de sometimiento, sino de paternidad y filiación, que está necesariamente condicionada por nuestro libre asentimiento. Dios es muy respetuoso con la libertad, muy respetuoso.

Dios se propone, no se impone

Un libre albedrío que el Papa ha querido ilustrar con una expresión de San Agustín: "Dios, que te creó sin ti, no puede salvarte sin ti". Y ciertamente – afirma el Santo Padre - no porque no tenga capacidad -¡ Dios es omnipotente! - sino porque, siendo amor, respeta al máximo nuestra libertad. "Dios se propone, no se impone, nunca", subraya el Pontifice.

El drama de la historia: el "no" a Dios

El Papa retoma el texto evangélico subrayando que muchos de los invitados a la boda rechazaron la invitación del rey. “He aquí el drama de la historia: el "no" a Dios”, explica Francisco, pues si bien no se trataba de una “invitación desagradable”, igualmente la rechazan, “no les importó” -como se lee en el Evangelio- y cada quien se ocupa de sus campos, negocios y de propios asuntos. No obstante, “aquel rey, que es padre, Dios”- señala Francisco- no se da por vencido y sigue invitando hasta que encuentra quien la acepte, entre los pobres.

“Hermanos y hermanas, ¡cuántas veces no atendemos a la invitación de Dios porque estamos ocupados pensando en nuestras cosas! A menudo luchamos por tener nuestro tiempo libre, pero hoy Jesús nos invita a encontrar el tiempo que nos libera: aquel tiempo para dedicar a Dios, que nos alivia y sana el corazón, que aumenta en nosotros la paz, la confianza y la alegría, que nos salva del mal, de la soledad y de la pérdida de sentido.

Vale la pena hacerle un espacio a Dios

Ese tiempo y ese espacio para estar con el Señor, propone el Santo Padre, es en la Misa, en la escucha de la Palabra, en la oración y también en la caridad, porque ayudando a quien es débil o pobre, haciendo compañía a quien está solo, escuchando a quien pide atención, consolando a quien sufre, se está con el Señor. Sin embargo, tristemente para muchos, afirma el Papa, estas cosas son "pérdida de tiempo", y se encierran en su mundo privado. "Y esto genera tristeza -aseguró - ¡cuántos corazones tristes! Por eso, porque están cerrados".

Preguntémonos, entonces: ¿cómo respondo yo a las invitaciones de Dios? ¿Qué espacio le doy en mis jornadas? ¿La calidad de mi vida depende de mis negocios y de mi tiempo libre, o más bien de mi amor al Señor y a mis hermanos, especialmente a los más necesitados?

Con estas palabras, Francisco concluye su alocución antes del rezo del Ángelus, pidiendo a la Virgen María que con un "sí" hizo espacio a Dios, nos ayude a no ser sordos a sus invitaciones.