El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, compartió su reflexión para la solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor, recordando que “Él no ha venido a darnos cosas, vino a entregar su persona y esto se manifiesta a través de la entrega de su Cuerpo y de su Sangre, ‘así como yo que tengo vida vivo por el Padre, el que me come vivirá por mí’, lo dice en el Evangelio”. 

“Ser un cuerpo significa estar articulados, cada miembro siente que el otro es importante; el ojo no puede decirle a la mano yo no te necesito, ni los pies a la cabeza yo no te necesito”, graficó, y agregó: “Si somos cuerpo, somos articulación y muchas veces nos comportamos como si estuviéramos desarticulados”.

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina animó a la Colecta Anual de Cáritas Argentina, con una advertencia: “Nos va ganando la globalización de la indiferencia; hay cosas para las que nos vamos tornando insensibles. Muchas veces me pregunto si el mundo virtual, en cierto sentido, no se hace funcional a la globalización de la indiferencia”.

“¿Qué estoy diciendo? Estamos viviendo índices de pobreza, estamos comprobando índices de pobreza en la Argentina muy grandes”, precisó, y destacó: “Tenemos la Colecta Anual de Cáritas en la que podemos manifestarnos como cuerpo, en la que podemos asumir nuestras necesidades, muchas veces aparecen conceptos, ideas, que no se condicen con el modo cristiano de sensibilidad necesaria para vivir articulados”.

“Cuando mi hermano necesita comer, que es el derecho humano básico y esencial, que el Señor en el discurso del pan de vida después de la multiplicación de los panes lo sensibiliza de un modo particular, necesitamos el cuerpo de Cristo; todos necesitamos sentirnos cuerpo de Cristo, sentirnos articulados, miembros de un cuerpo que nos importa lo que le pasa al otro o a la otra y al mismo tiempo necesitamos algo elemental como es el alimento sobre todo en nuestro país tan rico y tan productor de alimentos”, sostuvo.

Monseñor Ojea insistió en afirmar que la Colecta Anual de Cáritas Argentina es una oportunidad de “manifestar como cuerpo, como Iglesia, aquello que sale de nuestro corazón; hemos recibido a Cristo en la comunión, tenemos que partir nuestra vida con los hermanos y expresar esta sensibilidad sufriendo con los que sufren y llorando con los que lloran, porque cuando un miembro sufre, todo sufren con él”.

“Cuando un miembro está necesitado todos participamos de esa necesidad, que podamos tomar conciencia este cuerpo y que no nos anestesiemos con respecto al sufrimiento de los hermanos y hermanas”, concluyó.